Saltar al contenido

ANTE EL SANEDRÍN | Miércoles 12 de septiembre Lección 11

septiembre 13, 2018

ANTE EL SANEDRÍN | Miércoles 12 de septiembre Lección 11

Cuando el comandante romano se dio cuenta de que Pablo no representaba ninguna amenaza para el imperio; es decir, que el problema entrañaba disputas internas de los judíos, le pidió al Sanedrín que asumiera el caso (Hech.22:30; 23:29).

 

Lee Hechos 23:1 al 5. ¿Cómo comenzó Pablo su defensa ante el Sanedrín?

 

La declaración introductoria de Pablo fue recibida con una bofetada en la boca, tal vez porque, como prisionero, su referencia a Dios sonaba blasfema. Su reacción impulsiva nos da una idea de su temperamento. Al llamar pared blanqueada al sumo sacerdote (Hech.23:3), quizá se hizo eco de la condena de Jesús a la hipocresía de los fariseos en Mateo 23:27. Sin embargo, como Pablo no sabía realmente que se estaba dirigiendo al sumo sacerdote, no se puede descartar por completo la posibilidad de que tuviera problemas de la vista.

 

Lee Hechos 23:6 al 10. ¿Cómo intentó Pablo interrumpir ingeniosamente el proceso?

El Sanedrín estaba compuesto por saduceos y fariseos, que estaban enfrentados en una serie de cuestiones: una de ellas era la doctrina. Los saduceos, por ejemplo, cuyo canon bíblico incluía solo los primeros cinco libros de Moisés (el Pentateuco), no creían en la resurrección de los muertos (Mat.22:23-32).
No obstante, la declaración de Pablo (Hech.23:6) era más que una táctica inteligente para distraer al Sanedrín. Dado que su encuentro con el Jesús resucitado camino a Damasco era la base de su conversión y su ministerio apostólico, la creencia en la resurrección era el verdadero problema por el que se lo juzgaba (Hech.24:20, 21; 26:6-8). Ninguna otra cosa podría explicar cómo había cambiado su antiguo celo para llegar a ser lo que era ahora. Si Jesús no había resucitado de entre los muertos, entonces su ministerio no tenía sentido, y él también lo sabía (1 Cor.15:14-17).
Esa noche, mientras Pablo estaba en la fortaleza, el Señor se le apareció con este mensaje de aliento: “Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma” (Hech.23:11).
Dadas las circunstancias, esa promesa podría haber sido particularmente significativa para Pablo. Su anhelado deseo de predicar en Roma (Hech.19:21; Rom.1:13-15; 15:22-29) todavía se haría realidad.

Reavivados por su Palabra: Hoy, 2 Pedro 3 – Durante esta semana, DTG caps. 63-65.