CISMA EN CORINTO | Lección 02 Miércoles 10 de octubre
Lamentablemente, el problema de la desunión entre el pueblo de Dios no se disipó en la época del Nuevo Testamento. Por ejemplo, los primeros cuatro capítulos de la primera epístola de Pablo a los corintios son un llamado a la unidad. Mientras estaba en Éfeso, Pablo escuchó que habían estallado varias divisiones en la iglesia de Corinto. Por lo tanto, inicia su carta con un largo discurso sobre la unidad de la iglesia y la necesidad de evitar el cisma. Pablo está preocupado por este hecho y trata de brindarles consejos inspirados para remediar esta lamentable situación.
Según 1 Corintios 1:10 al 17, ¿cuál parece haber sido la causa de la desunión, de sus divisiones y disputas?
Pablo se preocupó por sus hermanos de Corinto cuando alguien del pueblo de Cloé le contó de las divisiones y las disputas entre ellos. Sus primeras palabras muestran la profundidad de su preocupación: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Cor. 1:10). Independientemente de lo que exactamente estaba causando esta discordia y división, Pablo quería acabar con eso. El apóstol les recuerda a los corintios que los cristianos son llamados a seguir a Cristo, no a un ser humano, por más que esa persona sea talentosa, dotada o escogida. Si bien parecían haberse dividido en “facciones”, Pablo declaró inequívocamente que esa división no armonizaba con la voluntad de Cristo. Sostuvo que la unidad cristiana se centra en Cristo y en su sacrificio en la Cruz (1 Cor. 1:13).
La unidad cristiana tiene su origen en la verdad tal como se encuentra en Jesucristo y en este crucificado, y en nadie más, sin importar cuán “digno” sea ese mentor, predicador o líder. Al pie de la Cruz, todos estamos en el mismo nivel. Nuestro bautismo es en Jesús, el único que puede limpiarnos del pecado. Sin embargo, debemos trabajar en pro de esta unidad en Cristo de forma práctica.
Esto debería decirnos que, como adventistas del séptimo día, no podemos dar por sentada nuestra unidad de fe y misión. Las divisiones y las peleas pueden socavar la unidad de nuestra iglesia hoy, a menos que el amor y el señorío de Cristo nos unan a él.
¿Cómo podemos aprender a evitar el tipo de peligros que afrontaba Pablo? ¿Por qué siempre debemos ser cuidadosos con nuestra lealtad hacia cualquier persona que no sea Cristo?
Reavivados por su palabra: Hoy, Apocalipsis 20 – Durante esta semana, DTG cap. 72.