CORROMPIÉNDOSE A SÍ MISMOS | Lección 11 Martes 9 de septiembre
Lee Éxodo 32:7 y 8. ¿Por qué envió Dios a Moisés nuevamente al campamento de Israel?
Al recurrir a un ídolo, los israelitas estaban divorciándose del Dios verdadero, quien los había liberado de Egipto. El Señor los culpó directamente, diciendo que se habían corrompido (Éxo. 32:7) al punto de atribuir su liberación a esta estatua. ¡Qué contradicción tan directa con lo que Dios les dijo! (Éxo. 20:2). Esta negación de la presencia de Dios y de sus poderosos actos era un asunto grave.
Su pensamiento y sus sentimientos estaban distorsionados y completamente corrompidos.
Para el profeta Ezequiel, la idolatría estaba en el centro de toda la miseria del pueblo de Dios, y de allí brotaban todos los demás pecados (ver, por ejemplo, Éxo. 8:1-18; 20:1-44; 22:1-12). Nos preguntamos a menudo cómo podían los antiguos creyentes ser tan ingenuos e incorregibles, al punto de adorar objetos de fabricación humana. Estamos bastante seguros de que nosotros nunca haríamos algo así. Pero ¿estamos realmente libres de la idolatría? Los ídolos de hoy pueden tener formas y figuras diferentes, pero tienen un atractivo similar. La idolatría consiste en rendir culto a algo que sustituye a Dios aun a sabiendas de que eso es incorrecto. Un ídolo es todo aquello que capta nuestra imaginación, afecto, tiempo y mente más que Dios y puede incluso esclavizar nuestro pensamiento. De hecho, nos convertimos en lo que contemplamos y no llegaremos más alto que el “dios” al que sirvamos.
Si Dios no está en el centro de tu vida, entonces otros dioses ocuparán su lugar. Si no disfrutamos y cultivamos la Presencia viva de Dios, disfrutaremos y dedicaremos nuestra vida a algo o a alguien más. Lo que adoramos en lugar de Cristo puede tener diferentes apariencias: orgullo, egoísmo, dinero, poder, sexo, comida, televisión, drogas, alcohol, pensamientos impuros, pornografía, placeres, trabajo, deportes, familia, videojuegos, películas, compras, ideas, política, música, posición, títulos, calificaciones, etcétera. La lista no tiene fin.
Somos muy creativos en este sentido. Podemos convertir cualquier cosa buena, hermosa y significativa en un ídolo. La idolatría es extremadamente peligrosa porque transforma nuestra personalidad, nuestra forma de pensar, nuestros afectos y nuestra vida social. Cambia nuestra identidad y sustituye las relaciones personales auténticas por interacciones huecas y sin sentido que no pueden salvarnos.
Reavivados por su Palabra: Hoy, numeros 29.