CRISTIANOS SALVAGUARDADOS PROVIDENCIALMENTE | Lunes 8 de abril Lección 2
La gracia, la providencia y la presciencia de Dios se revelan claramente en los sucesos que llevaron a la destrucción de Jerusalén. El ejército romano de Cestio Galo rodeó la ciudad. Pero, cuando su ataque parecía inminente, inesperadamente se retiró. Los ejércitos judíos los persiguieron y obtuvieron una gran victoria. Mientras los romanos huían y los judíos los perseguían, los cristianos de Jerusalén huyeron a Pella, al otro lado del río Jordán. “Ya estaba dada la señal prometida a los cristianos que aguardaban, y en ese momento se ofreció una oportunidad a todos los que quisieran, en obediencia a la advertencia del Salvador. Los sucesos se desarrollaron de modo tal que ni los judíos ni los romanos hubieran podido evitar la huida de los cristianos” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 34).
Lee SalmoS 46:1 e Isaías 41:10. ¿Qué nos dicen estos pasajes acerca del cuidado providencial de Dios?
Dios es soberano y gobierna los acontecimientos de la Tierra para el cumplimiento final de sus propósitos divinos. Aunque a veces Dios altera sus planes originales sobre la base de nuestras decisiones humanas, su plan final para este planeta se cumplirá. Habrá momentos en que el pueblo de Dios experimentará dificultades, persecución, encarcelamiento y la muerte misma por causa de Cristo. Pero, aun en los tiempos más difíciles, Dios sostiene y salvaguarda a su iglesia.
Lee Hebreos 11:35 al 38 y Apocalipsis 2:10. ¿Qué realidad muestran estos textos sobre nuestra batalla contra las fuerzas del mal? ¿Cómo armonizan estos pasajes con la idea de la protección de Dios de la pregunta anterior? ¿Existe alguna contradicción entre la idea de la protección de Dios y el hecho de que Dios permita que algunos afronten sufrimientos dolorosos, e incluso la muerte de un mártir, por causa de Cristo?
“Vanos eran los esfuerzos de Satanás para destruir a la iglesia de Cristo por medio de la violencia. La gran lucha en que los discípulos de Jesús entregaban la vida no cesaba cuando esos fieles portaestandartes caían en su puesto. Triunfaban por medio de su derrota. Los siervos de Dios eran asesinados, pero su obra seguía siempre adelante” (ibíd., p. 45).
¿Qué debería significar para nosotros el hecho de que los autores bíblicos, que sin duda conocían el dolor y el sufrimiento, pudieran escribir, vez tras vez, sobre la realidad del amor de Dios? ¿Cómo podemos experimentar ese mismo amor?
Reavivados por su Palabra: Hoy, Ezequiel 14.