EL ESPÍRITU LOS GUÍA | Lección 07 Martes 13 de noviembre
Los informes de lo que sucedió en Cesarea con Cornelio pronto llegaron a los dirigentes de la comunidad cristiana de Jerusalén, y estos le pidieron a Pedro que diera cuenta de lo que sucedió. Se ofendieron por lo que hizo Pedro porque, según su interpretación judía de la Ley de Moisés, a los judíos fieles no se les permitía comer con los gentiles (Hech. 11:3).
Lee Hechos 11:4 al 18. ¿Qué dijo Pedro para explicar la obra del Espíritu Santo y su dirección en este acontecimiento? ¿Cuál fue el argumento principal que utilizó al relatar lo que había ocurrido?
Aunque algunos plantearon dudas sobre la legitimidad de los actos de Pedro y su decisión de bautizar a estos gentiles, hubo suficientes testigos (Hech. 11:12) que certificaron que el Espíritu Santo efectivamente manifestó su presencia de la misma manera que en Pentecostés. La conducción del Espíritu Santo en este caso era irrefutable, y el don fue aceptado. “Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” (Hech. 11:18).
Lee Hechos 11:19 al 24. ¿Qué ocurrió después en la vida de la iglesia primitiva?
Quizás algunos en Jerusalén pensaron que lo que sucedió con Cornelio y su familia sería una excepción y que esa experiencia no se repetiría. Pero, eso no es lo que pensaba el Espíritu Santo. Cuando los discípulos de Jesús se dispersaron más allá de Jerusalén y Judea debido a la persecución que surgió después de la muerte de Esteban (Hech. 8:1), y fueron a Samaria, Fenicia, Chipre y Antioquía, cada vez más gentiles aceptaban a Jesús como su Salvador. Esto es lo que Jesús había predicho (Hech. 1:8). Por más maravillosa que haya sido esta afluencia de gentiles, si nos ponemos en el lugar de estos primeros creyentes judíos, no es difícil deducir que no estaban muy seguros
de cómo reaccionar.
¿Es posible que nos estemos aferrando a posturas estrechas acerca de la iglesia y de nuestro mensaje que podrían obstaculizar nuestra testificación?