EN MI CORZÓN HE GUARDADO TUS DICHOS | Lección 8 Domingo 18 de febrero
Lee Salmo 119:1 al 16 y 161 al 168. ¿Cómo debemos guardar los mandamientos de Dios, y cuáles son las bendiciones que recibimos al guardarlos?
La Biblia describe una vida diaria de fe como un peregrinaje (“andar” o “caminar”) con Dios en su senda de justicia. Llevamos una vida de fe al andar “en la ley del Señor” (Sal.119:1) y “a la luz de [s]u rostro” (Sal. 89:15). De ningún modo son dos caminos diferentes. Andar a la luz del rostro de Dios implica cumplir la Ley de Dios. Del mismo modo, caminar “en la ley del Señor” implica buscar
a Dios con todo el corazón (Sal.119:1, 2, 10).
Andar “por caminos perfectos” es otra forma en que los salmos describen la vida recta (Sal. 119:1). Conducirse “sin tacha” (DHH) describe un sacrifcio “sin defecto”, que es aceptable a Dios (Éxo. 12:5). Del mismo modo, la vida del justo, que es un sacrifcio vivo (Rom. 12:1), no debe estar manchada por el amor al pecado. Una vida dedicada a Dios es también un “camino perfecto”, lo que
signifca que la persona toma una dirección correcta en la vida, que agrada a Dios (Sal.101:2, 6; ver también Sal.18:32). Guardar los mandamientos de Dios no tiene nada que ver con una obser-
vancia legalista de las normas divinas. Al contrario, consiste en un “buen entendimiento” de la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, y entre el bien y el mal (Sal. 111:10; ver también 1 Crón. 22:12), y abarca a toda la persona, no solamente las acciones externas. Ser “sin tacha”, guardar los mandamientos de Dios y buscar a Dios con todo el corazón son actitudes inseparables en la vida (Sal. 119:1, 2).
Los mandamientos de Dios son una revelación de la voluntad de Dios para el mundo. Nos instruyen sobre cómo llegar a ser sabios y a vivir en libertad y paz (Sal. 119:7-11, 133). El salmista se deleita en la Ley porque le asegura la fdelidad de Dios (Sal.119:77, 174).
“Mucha paz gozan los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo” (Sal.119:165). La imagen del tropiezo representa el fracaso moral. Como la lámpara para los pies del salmista (Sal. 119:105), la Palabra de Dios nos protege de las tentaciones (Sal.119:110).
¿De qué manera demostró Cristo el poder de la Palabra de Dios en su vida (Mat. 4:1-11)? ¿Qué nos dice esto acerca del poder que proviene de un corazón dispuesto a obedecer la Ley de Dios?
Reavivados por su Palabra: Hoy, Jeremías 21.