LA BUENA NOTICIA DEL LUGAR SANTÍSIMO | Miércoles 22 de mayo Lección 8
Lee Hebreos 4:14 al 16 y 10:19 al 22. ¿Qué seguridad e invitación divinas nos ofrecen estos versículos a cada uno de nosotros?
La observación de Pablo aquí, en Hebreos, es “mantente firme”, “acércate con confianza”, “nunca te rindas”, centra tu fe en Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote. En Jesús, tenemos todo lo que necesitamos. Por la fe podemos entrar en el Santuario celestial por el “camino nuevo y vivo” que Jesús nos abrió.
Al mirar dentro del atrio, vemos sangre en los cuernos del Altar de Bronce. En el Lugar Santo, vemos sangre en los cuernos de oro del Altar del Incienso. Contemplamos la sangre rociada sobre la cortina frente al Propiciatorio. La sangre de Jesús prepara el camino a cada paso. Esto nos da esperanza, porque solo podemos reunirnos con Dios cuando Jesús nos perdona y borra nuestros pecados. La misericordia de Dios es infinita, pero también lo es su justicia. Y la justicia no puede aceptar el sacrificio de Cristo como expiación por nuestras transgresiones a menos que Jesús garantice primeramente que
perdona nuestros pecados y, en segundo lugar, que los borra.
Lee Apocalipsis 11:19. En el contexto del Gran Conflicto, ¿por qué esta visión es significativa? ¿Cómo muestra el vínculo inseparable entre la Ley y el evangelio?
Aquí, en el brillo deslumbrante y la gloria resplandeciente de la presencia de Dios en la sala del Trono del universo, en la base misma del Trono de Dios, descubrimos la Ley de Dios en el Arca del Pacto. Aquí, en el Lugar Santísimo, se revelan la justicia y la misericordia de Dios. Ningún poder terrenal puede cambiar la Ley de Dios porque, entre otras razones, está depositada en el Arca del Pacto celestial. Hebreos 8:10 dice: “ ‘Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de esos días –dice el Señor–: Pondré mis leyes en la mente de ellos, las escribiré en sus corazones; y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo’ ”.
Al entrar por la fe en el Santuario celestial, encontramos el perdón de nuestros pecados pasados y el poder para vivir una vida obediente por medio de Cristo, que murió por nosotros y escribe la Ley en nuestro corazón. Jesús nos salva
“perpetuamente” (Heb. 7:25). Jesús nos salva total y completamente del castigo del pecado y de su poder.
¿Por qué la intercesión de Jesús es una noticia increíblemente buena? Puesto que estamos ante la Ley como norma de justicia, ¿qué esperanza tendríamos sin el evangelio?
Reavivados por su Palabra: Hoy, Daniel 10.