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LA OBEDIENCIA: EL FRUTO DE LA FE | Lección 5 Jueves 2 de mayo

mayo 2, 2024

LA OBEDIENCIA: EL FRUTO DE LA FE | Lección 5 Jueves 2 de mayo

Lee Romanos 3:27 al 31; 6:15 al 18; y 8:1 y 2. ¿Qué nos enseñan estos versículos sobre la salvación solo por la justicia de Cristo?

Un nuevo viento soplaba en la iglesia cristiana en los días de Lutero. A decenas de miles de personas se les enseñó a apartar la mirada de su yo pecaminoso y a contemplar a Jesús. Indudablemente, estas personas, al mirarse a sí mismas y comprobar cómo eran, solo veían cosas que las desanimaban. ¿Qué creyente no tiene la misma experiencia actualmente? Por eso tenemos que mirar a Jesús.
La gracia de Dios nos cambia. Cierto día, John Wesley asistió a una reunión morava en Londres. Wesley quedó asombrado mientras escuchaba la lectura de la introducción de Lutero a Romanos. Por primera vez en su vida, empezó a entender el evangelio. Algo se conmovió en su interior, y se sintió extrañamente atraído por este Cristo que había dado su vida por él. Exclamó: “Sentí que confiaba en Cristo, solo en Cristo para la salvación; y tuve la seguridad de que él había quitado mis pecados, aun los míos, y me había salvado de la ley del pecado y de la muerte” (John Whitehead, The Life of the Rev. John Wesley, M.A. [Londres: Stephen Couchman, 1793], p. 331).

Lee 1 Pedro 2:2; 2 Pedro 3:18; Colosenses 1:10; y Efesios 4:18 al 24. ¿Qué verdades vitales revelan estos pasajes sobre la vida cristiana?

Los reformadores estudiaban sistemáticamente la Palabra para descubrir más verdades. No contentos con el statu quo, ni con una experiencia religiosa rígida con poco o ningún crecimiento, anhelaban constantemente conocer mejor a Cristo. Muchos cristianos de la Edad Media que creían en la Biblia pagaron un precio muy alto por su determinación. Fueron torturados, encarcelados, exiliados y ejecutados. Confiscaban sus propiedades, quemaban sus casas, asolaban sus tierras y perseguían a sus familias. Cuando los expulsaban de sus hogares, buscaban una ciudad “cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Heb. 11:10). Cuando los torturaban, bendecían a sus torturadores, y cuando languidecían en oscuras y húmedas mazmorras, reclamaban las promesas de Dios de un mañana mejor.
Aunque su cuerpo estaba confinado, eran libres: libres en Cristo, libres en las verdades de su Palabra, libres en la esperanza de su pronto regreso.

Al mirarte a ti mismo, ¿qué esperanza de salvación tienes?

Reavivados por su Palabra: Hoy, Ezequiel 38.