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LA PAZ DE UN NI脩O DESTETADO | Lunes 25 de marzo Lecci贸n 13

marzo 24, 2024

LA PAZ DE UN NIÑO DESTETADO | Lunes 25 de marzo Lección 13

Lee Salmo 131. ¿Qué nos enseña este salmo acerca de nuestra relación con Dios?

El pueblo de Dios vive en un mundo que aflige a los fieles, un mundo lleno de tentaciones y dificultades para casi todos. Una renovada convicción de que es hijo de Dios y que depende de Dios para su vida consuela al salmista y lo lleva a confesar que su orgullo no tiene valor. Lo engañoso del orgullo es que hace que los orgullosos se vuelvan egocéntricos e incapaces de ver más allá de sí mismos.
Así, el orgulloso se ciega ante la realidad superior de Dios. En cambio, los justos elevan su vista a Dios (Sal.123:1, 2). El reconocimiento
de la grandeza de Dios los hace humildes y libres del egoísmo y la vana ambición. El salmista confesa que no busca “grandezas” ni “cosas demasiado sublimes” (Sal. 131:1). Estas expresiones describen las obras de Dios en el mundo que sobrepasan la comprensión humana. La ciencia moderna nos ha demostrado que incluso las cosas más “sencillas” pueden ser increíblemente complicadas y estar mucho más allá de nuestra comprensión, al menos por ahora. De hecho, hay una gran ironía: cuanto más aprendemos del mundo físico, mayores son los misterios que aparecen ante nosotros.
Mientras tanto, la metáfora de Salmo 131:2, “como un niño destetado se aquieta en brazos de su madre”, es una poderosa imagen de alguien que encuentra la calma y que se tranquiliza ante el abrazo de Dios. Señala la relación  de amor que un niño tiene con su madre en las distintas etapas de su vida. Al “destetarnos” de las ambiciones insustanciales y del orgullo, Dios nos presenta el alimento sólido, que consiste en “hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra” (Juan 4:34; también Heb. 5:12-14). La confianza infantil descrita en Salmo 131 es una fe madura que ha sido probada por las dificultades de la vida y que ha descubierto que Dios es fiel a su Palabra.
Al final, la atención del salmista se centra en el bienestar del pueblo de Dios. En definitiva, se nos llama a utilizar nuestra experiencia con Dios para fortalecer a su iglesia. Es decir, aquello que hemos aprendido personalmente, la fidelidad y la bondad de Dios, podemos compartirlo con otros que, por alguna razón, todavía luchan con su fe. Nuestro testimonio acerca de Cristo puede darse incluso dentro de la propia iglesia, donde muchos necesitan conocerlo personalmente.

“Les aseguro que si no cambian y se vuelven como niños, jamás entrarán en el reino de los cielos” (Mat. 18:3). ¿Qué nos está diciendo Jesús aquí? ¿Qué implica esta idea?

Reavivados por su Palabra: Hoy, Lamentaciones 05.