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LA PRIMERA ESCUELA | Lección 1 Domingo 27 de septiembre

septiembre 29, 2020

LA PRIMERA ESCUELA | Lección 1 Domingo 27 de septiembre

Aunque no se nos ocurre pensar en un jardín como un aula, esto tiene mucho sentido, especialmente si es un jardín como el Edén, lleno de las riquezas intactas de la Creación de Dios. Es difícil imaginar, desde nuestra perspectiva actual, cuánto debieron de haber aprendido estos seres no caídos, en un mundo no caído, instruidos directamente por su Creador, en esa “aula”.

Lee Génesis 2:7 al 23. ¿Qué notas sobre el propósito de Dios al crear, colocar y emplear a Adán?

Dios hizo al hombre y a la mujer a su imagen y les dio un hogar y un trabajo provechoso. Si consideramos la dinámica entre docente y alumno, esta es una relación ideal. Dios conocía las habilidades de Adán porque lo había creado. Podía enseñarle a Adán, sabiendo que Adán podría alcanzar todo su potencial.
Dios le dio una responsabilidad al hombre, pero también quería que fuese feliz. Y quizá parte de los recursos para que fuese feliz haya sido darle responsabilidades. A fin de cuentas, ¿quién no se siente satisfecho o feliz cuando se le dan responsabilidades y luego las cumple fielmente? Dios conocía el corazón de Adán y lo que necesitaría para prosperar, por lo que le dio a Adán la tarea de cuidar el jardín. “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Gén. 2:15). A los que solo conocemos un mundo de pecado y muerte, se nos hace difícil imaginar lo que debió haber implicado el trabajo y las lecciones que, sin duda alguna, Adán aprendió mientras trabajaba y cuidaba el jardín, que además era su hogar.

En Génesis 2:19 al 23, Dios crea animales de compañía para Adán, y también crea a Eva como esposa de Adán. Dios sabía que Adán necesitaba la compañía y la ayuda de alguien semejante a él. Por eso, creó a la mujer.
Dios también sabía que el hombre necesitaba tener una estrecha relación con él, por lo que creó un espacio íntimo en el Edén dentro de los límites del jardín. Todo esto atestigua el propósito de Dios en la Creación y su amor por la humanidad. Nuevamente, la gran distancia que nos separa del Edén nos dificulta imaginar cómo debió haber sido, aunque es divertido hacer el intento, ¿verdad?

Aunque estamos muy lejos del Edén, aún podemos aprender lecciones de la naturaleza. ¿Cuáles son algunas de esas lecciones y cómo podemos beneficiarnos de ellas al interpretarlas a través de la lente de las Escrituras?

Reavivados por su palabra: Hoy, Isaís 37.