LA UNIDAD EN LA MISIÓN | Lección 09 Jueves 29 de noviembre
Compara el estado de ánimo de los discípulos durante la Cena del Señor, en Lucas 22:24, con el que tenían poco antes de la experiencia del Pentecostés, en Hechos 1:14, y 2:1 y 46. ¿Qué marcó la diferencia en su vida?
En Hechos 1:14 y 2:46, la palabra “unánimes” también significa “en un mismo espíritu” (NVI). Esto ocurrió como resultado de estar juntos en un mismo lugar, orando fervientemente por el cumplimiento de la promesa de Jesús de enviarles al Consolador.
Mientras esperaban, les hubiera resultado fácil comenzar a criticarse mutuamente. Algunos podrían haber señalado la negación de Pedro (Juan 18:15-18, 25-27) y las dudas de Tomás sobre la resurrección de Jesús (20:25).
Podrían haber recordado el pedido de Jacobo y Juan para recibir los puestos más poderosos en el reino de Jesús (Mar. 10:35-41), o que Mateo era un despreciado ex recaudador de impuestos (Mat. 9:9).
Sin embargo, “estos días de preparación fueron días de profundo escudriñamiento del corazón. Los discípulos sentían su necesidad espiritual, y clamaban al Señor por la santa unción que los había de hacer idóneos para la obra de salvar almas. No pedían una bendición simplemente para
sí. Estaban abrumados por la preocupación de salvar almas. Comprendían que el evangelio había de proclamarse al mundo, y demandaban el poder que Cristo había prometido” (HAp 30).
La comunión entre los discípulos y la intensidad de sus oraciones los prepararon para esta experiencia trascendental del Pentecostés. A medida que se acercaban a Dios y dejaban de lado sus diferencias personales, el Espíritu Santo preparó a los discípulos para llegar a ser testigos valientes y audaces de la resurrección de Jesús. Sabían que Jesús había perdonado sus tantas deficiencias, y esto les dio coraje para seguir adelante. Sabían lo que Jesús había hecho por ellos en su vida. Sabían que la promesa de la salvación se encontraba en él, y así “la ambición de los creyentes era revelar la semejanza del carácter de Cristo, y trabajar para el engrandecimiento de
su reino” (HAp 39). No es de extrañar que el Señor haya podido hacer cosas poderosas a través de ellos. ¡Qué lección para nosotros como iglesia hoy!
Siempre es muy fácil encontrar cosas equivocadas en la vida de los demás. ¿Cómo podemos aprender a dejar de lado los errores de los demás, en beneficio de la causa mayor de hacer la voluntad de Dios en una iglesia unida?