LA VIDA EN LA TIERRA NUEVA | Lección 13 Jueves 27 de diciembre
Lee Isaias 35:4 al 10: y 65:21 al 25. ¿Cuán diferente será entonces la vida de la que tenemos en la actualidad?
Varias veces en el libro de Isaías leemos sobre algo nuevo: «cosas nuevas, “un nuevo cántico» («2:10), «cosa nueva» (43:19), «un nombre nuevo. (62:2). Lo novedoso en el capítulo 65 es un nuevo orden de cosas. Hay paz y armonía entre todas las criaturas de Dios. Las maldiciones del Pacto para las tierras por la desobediencia y la rebelión (ver Lev. 26:14-17: Deut. 28:30) serán anuladas para siempre, porque el pecado ya no existirá. Habrá abundancia de bendiciones, casas para habitar y comida para disfrutar.
¿Cómo será la vida en un lugar tan hermoso? Algunos se preguntan si podremos reconocer a nuestros amigos y familiares, después de que nuestros cuerpos reciban la inmortalidad y sean completamente restaurados a la imagen de Dios. Después de la resurrección de Cristo, sus discípulos pudieron reconocerlo. María reconoció su voz (Juan 20:11-16). Tomás reconoció la apariencia física de Jesús (Juan 20:27, 28). Los dos discípulos de Emaús reconocieron sus gestos en la mesa (Luc. 24:30, 31.35). Por consiguiente, si nuestro cuerpo se asemejará al cuerpo resucitado de Jesús, ciertamente podremos reconocernos mutuamente, y podemos; vislumbrar una eternidad de relaciones restauradas. Podemos suponer con certeza que continuaremos relacionándonos con aquellos que conocemos y amamos, y que estén allí con nosotros.
«Allí los redimidos conocerán como son conocidos. Los sentimientos de amor y simpatía que Dios mismo implantó en el alma se ejercitarán de la manera más verdadera y más dulce. El trato puro con seres santos, la vida social armoniosa con los ángeles bienaventurados y con los fieles de todas las edades que lavaron sus vestiduras y las emblanquecieron en la sangre del Cordero, los lazos sagrados que unen a ‘toda la familia en los cielos y en la tierra’ (Efe. 3:15), todo eso constituye la felicidad de los redimidos» (CS 656).
«Por tanto, no desmayamos (…). Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria: no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las Que no se ven: pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» (2 Cor. 4:16-18). ¿Cómo podemos, en un mundo Que es tan temporal, tan fuqaz, aprender a aterrarnos a lo invisible v eterno?