LAS PRIMICIAS | Jueves 12 de julio Lección 2
Las palabras de Pedro llegaron al corazón de sus oyentes. Es posible que algunos de ellos hubiesen estado entre los que pedían que crucificaran a Jesús unas semanas antes (Luc.23:13-25). Pero ahora, persuadidos de que Jesús de Nazaret era realmente el Mesías designado por Dios, clamaron con tristeza: «¿Qué haremos?» (Hech.2:37).
Lee Hechos 2:38. ¿Cuáles son los dos requisitos básicos para el perdón?
Más que simplemente un sentimiento de tristeza o remordimiento, arrepentirse significa un cambio de rumbo radical en la vida y apartarse del pecado (Hech.3:19; 26:20). Junto con la fe, el verdadero arrepentimiento es un don de Dios; pero, como todos los dones, se lo puede rechazar (Hech.5:31-33; 26:19-21; Rom.2:4).
Desde la época de Juan el Bautista, el arrepentimiento se asociaba con el bautismo (Mar.1:4). Es decir, el bautismo se convirtió en una expresión de arrepentimiento, un rito que simboliza el lavamiento de los pecados y la regeneración moral producida por el Espíritu Santo (Hech.2:38; 22:16; comparar con Tito 3:5-7).
Lee Hechos 2:38 y 39. ¿Qué promesa especial reciben quienes se arrepienten y se bautizan?
En el Pentecostés, la gente no solo recibió el perdón de los pecados, sino también la plenitud del Espíritu para el crecimiento personal, el servicio en la iglesia y, especialmente, la misión. Esta fue quizá la mayor de todas las bendiciones, porque la razón principal de la iglesia es compartir las buenas nuevas del evangelio (1 Ped.2:9). Por lo tanto, a partir de ese momento, tendrían la seguridad de la salvación y el poder del Espíritu Santo, que los capacitaría para la misión a la que la iglesia había sido llamada.
¿Por qué es tan importante que todo el que quiera proclamar el evangelio entienda que tenemos «perdón de los pecados»? Al fin y al cabo, ¿Qué esperanza puedes ofrecerles a los demás en Jesús si tú no la tienes?
Reavivados por su Palabra: Hoy, Gálatas 6 – Durante esta semana, DTG caps. 47, 48.