LOS CRISTIANOS DE LA ODICEA | Lección 3 Jueves 17 de enero
La última iglesia a la que se dirigió Jesús estaba ubicada en Laodicea, una ciudad rica situada en la principal ruta comercial. Era famosa por su industria de la lana, sus bancos llenos de oro y una escuela de medicina que producía ungüento para los ojos. La prosperidad de Laodicea colmó a los
habitantes de autosuficiencia. A falta de agua, la abastecía un acueducto proveniente de las aguas termales de Hierápolis. Como el manantial estaba lejos de Laodicea, el agua se entibiaba antes de llegar allí.
Lee Apocalipsis 3:14 al 17 y Oseas 12:8. ¿Cuánto dominaba a los cristianos de Laodicea el espíritu autosuficiente de la ciudad?
Jesús no reprendió a los cristianos de Laodicea por ningún pecado grave, herejía ni apostasía. Su problema era la complacencia que conduce al letargo espiritual. Decían ser ricos y sin necesidad de nada; sin embargo, eran pobres, desnudos y ciegos ante su condición espiritual.
La iglesia de Laodicea simboliza la condición espiritual de la iglesia de Dios al acercarse el fin de la historia de esta Tierra, como lo muestran algunas conexiones con las porciones del Apocalipsis referentes al tiempo del fin. Una de estas conexiones, que aparece en la advertencia parentética
de Jesús en Apocalipsis 16:15, hace referencia a las “vestiduras blancas” de la justicia de Cristo necesarias para los laodicenses espiritualmente desnudos (ver Apoc. 3:18). El momento de esta advertencia de Jesús, en medio de una referencia a la batalla espiritual de Armagedón, puede parecer bastante extraño al principio, porque el tiempo de gracia ya se habrá cerrado y no
será posible recibir estas vestiduras. Pero aparece en este contexto porque Jesús quiere recordarle a Laodicea que se prepare ahora, antes de ese terrible conflicto, antes de que sea demasiado tarde. Por lo tanto, Apocalipsis 16:15 les advierte a los laodicenses que si no obedecen el consejo de Jesús y prefieren seguir desnudos (Apoc. 3:17, 18) se perderán y se avergonzarán en su venida (ver 1 Juan 2:28-3:3). Jesús les asegura a los laodicenses que los ama. Los llama a arrepentirse (Apoc. 3:19). Concluye su llamado describiéndose como el amante de Cantares 5:2 al 6, parado en la puerta, tocando y suplicando que lo dejen entrar (Apoc. 3:20). A todos los que abren la puerta y lo dejan entrar se les promete una cena íntima con él y, finalmente, reinar con él en su Trono
(ver Apoc. 20:4).
Lee Apocalipsis 3:18 al 22. ¿Qué consejo les da Jesús a los laodicenses? ¿Qué simbolizan el oro, la ropa blanca y el colirio (ver 1 Ped. 1:7; Isa. 61:10; Efe. 1:17, 18)? ¿Qué nos dice este consejo a nosotros, que como adventistas del séptimo día nos consideramos la iglesia de Laodicea?
Reavivados por su Palabra: Hoy, Levítico 6 – Durante esta semana, HAP cap. 4.