SANTIAGO «EL JUSTO»| LECCIÓN 9 JUEVES 29 DE AGOSTO
La tradición cristiana sugiere que Santiago, hermano o hermanastro de Jesús, llegó a ser un líder de la iglesia primitiva en Jerusalén y fue el Jacobo que ofició como presidente del concilio de Jerusalén (ver Hech. 15; Gál. 1, 2).
Si es así, es probable que haya sido el autor de la carta que se conserva en la Biblia como el libro de Santiago [N. de la T.: este nombre en griego puede traducirse indistintamente al español como Santiago o Jacobo].
Santiago era un nombre común en ese momento, pero si eran la misma persona, también puede haber sido el líder de la iglesia conocido como Santiago “el justo”, lo que sugiere que era un líder sabio que priorizaba correctamente su trato con los demás y se preocupaba por los marginados u
oprimidos. El libro que lleva su nombre se describe como “el libro de Proverbios del Nuevo Testamento”, pues enfatiza la piedad práctica y el vivir sabiamente como seguidores de Dios.
El autor de Santiago estaba ansioso por recordarles a sus lectores cristianos que “no se contenten solo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica” (Sant. 1:22, NVI); y que la religión que realmente importa (la que es pura y duradera a los ojos de Dios) se centra en cuidar a los necesitados y oprimidos y resistir las influencias corruptoras
de la sociedad que los rodea (ver Sant. 1:27).
Lee Santiago 2:1 al 9 y 5:1 al 5. ¿En qué se diferencia la actitud de Santiago hacia quienes son ricos y hacia los que comúnmente tenemos en la mayoría de las sociedades? ¿Cuáles son sus instrucciones específicas con respecto a cómo tratar a los ricos y a los pobres dentro de la comunidad eclesiástica?
Santiago sostiene que desearle el bien a alguien (incluso la bendición de Dios) será de poco consuelo si la persona sufre de frío y hambre. Proveerle de alimento y ropa real será mucho más útil para expresar y demostrar nuestra preocupación por ellos que todos los sentimientos nobles y los buenos deseos (ver Sant. 2:14-16). Santiago usa esto como ejemplo de la interacción entre la
fe y las obras en el contexto de nuestra relación con Dios. Él también reitera (Sant. 2:8) lo que Jesús enseñó acerca de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, mostrando cómo debemos obedecer este mandamiento en la vida diaria. Se pone en práctica sirviendo a Dios y a los demás, no para obtener la salvación, sino porque es la manifestación de la verdadera fe.
¿Por qué es tan fácil, incluso inconscientemente, preferir a los ricos antes que a
los pobres?
Reavivados por su palabra:Hoy,2 Reyes 8-Durante esta semana,HAP,cap.56.