UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA | Miércoles 27 de marzo Lección 13
Después de la erradicación del pecado, la Tierra se transformará en el hogar de los redimidos. ¿Cómo será?
En Apocalipsis 21:1, Juan vio “un cielo nuevo y una tierra nueva”. La Biblia hace referencia a tres cielos: el firmamento, el Universo estrellado y el lugar donde habita Dios (ver 2 Cor. 12:2). En Apocalipsis 21:1, la atmósfera de la Tierra está a la vista. La Tierra y el firmamento contaminados no pueden soportar la presencia de Dios (Apoc. 20:11). La palabra nuevo, en griego (kainos),
se refiere a algo nuevo en calidad, no en origen ni en tiempo. Este planeta será purgado por el fuego y restaurado a su estado original (2 Ped. 3:10-13).
Es interesante que lo primero que Juan observa en la Tierra Nueva es que no hay mar. El hecho de que Juan se refiera a “el mar” (con el artículo definido) muestra que probablemente tenía en mente el mar que lo rodeaba en Patmos, el cual se había convertido en un símbolo de separación y sufrimiento. Para él, la ausencia de ese mar en la Tierra Nueva significaba la ausencia del dolor causado por su separación de sus seres queridos.
Lee Apocalipsis 21:2 al 8; y 7:15 al 17. ¿Qué paralelismos existen en la descripción de la Tierra Nueva y el Jardín del Edén de Génesis 2?
La presencia de Dios en medio de su pueblo garantiza una vida libre de sufrimiento y muerte en la Tierra restaurada. Esta presencia se manifiesta en la Nueva Jerusalén y en “el tabernáculo de Dios” (Apoc. 21:3), donde él habitará entre su pueblo. La presencia de Dios hace que la vida en la Tierra
restaurada sea verdaderamente un paraíso.
La presencia de Dios garantiza la ausencia de sufrimiento: no más lágrimas, muerte, tristeza, llanto ni dolor, todas consecuencias del pecado. Con la erradicación del pecado, “las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:4).
Esta idea fue bien formulada por María y Marta al morir su hermano Lázaro: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto” (Juan 11:21, 23). Las hermanas sabían que la muerte no podría existir en presencia de Cristo. De la misma manera, la presencia constante de Dios en la Tierra Nueva garantizará la ausencia del dolor y del sufrimiento que ahora experimentamos en esta vida. Esta es la gran esperanza que se nos promete en Cristo, una esperanza sellada con su sangre.
¿Por qué esta promesa de una existencia nueva en un mundo nuevo es tan importante
para todo lo que creemos? ¿De qué serviría nuestra fe sin eso?
Reavivados por su Palabra: Hoy, Deutoronomio 13 – Durante esta semana, HAp cap. 18.