UNA TIERRA NUEVA PARA LOS REDIMIDOS | Miércoles 26 de diciembre Lección 13
“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra: y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento» (Isa. 65:17). Tanto Isaías como Juan (Apoc. 21:1) vieron en visión la Tierra Nueva prometida.
Analiza la descripción de Juan de la fabulosa ciudad de los redimidos, la Nueva Jerusalén, en Apocalipsis 21:2 y 9 al 27. ¿Qué implican estos versículos sobre la unidad y la armonía que existirán en esta ciudad?
Lee Apocalipsis 22:1 al 5. El río de la vida que fluye desde el Trono de Dios y el árbol de la vida que se extiende sobre él son otras dos características importantes de la nueva ciudad. ¿Cuál será su propósito en la Tierra Nueva?
En la Nueva Jerusalén, Cristo restaurará el árbol de la vida, al que Adán perdió acceso por su transgresión (Gén. 3:22-24). El acceso a este árbol es una de las promesas para los vencedores (Apoc. 2:7). El hecho de que produzca doce clases de frutas, una nueva clase cada mes (Apoc. 22:2), puede sugerir una razón por la que en la Tierra Nueva «de mes en mes, y de día de reposo en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mi, dijo Jehová» (Isa. 66:23). La referencia a «la sanidad de las naciones» también subraya la intención de Dios de eliminar todas las barreras entre la gente y de restaurar a la humanidad a su propósito original: restaurar a todos los pueblos, tribus y naciones en una familia indivisa que viva en armonia y paz, unidos para darle gloria a Dios.
La sanidad de las naciones, se refiere figurativamente a la eliminación de todas las barreras y separaciones nacionales y lingüísticas (…). Las hojas del árbol de la vida sanan las brechas entre las naciones. Las naciones ya no son ‘gentiles’, sino que están unidas en una familia como el verdadero pueblo de Dios (Cf. 21:24-26). Lo que Miqueas anticipó siglos antes se está cumpliendo ahora: ‘No alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente’ (Miq.4:3, 4; Cf. Isa. 2:4). Allí, a orillas del río de la vida, cada uno de los redimidos ‘invitará a su vecino a sentarse’ (Zac. 3:10. NVI) con él bajo el árbol de la vida. El poder sanador de las hojas del árbol curará todas las heridas: raciales, étnicas, tribales o lingüísticas, que desgarrado y dividido a la humanidad por siglos» (R. Stefanovic, Revelatior of Jesus Christ: Commentary on the Book of Revelation, p. 593).