HEREDEROS DE LAS PROMESAS | Lección 1 Martes 30 de septiembre
En Josué 1:2 y 3, el Señor le dice a Josué y al pueblo que les está dando la tierra. Por otra parte, dice que ya les ha sido dada. ¿Qué significa esto?
La tierra era un regalo del Señor, el verdadero Dueño de ella. En Josué 1:2 y 3 se utilizan dos formas diferentes del verbo “dar” que reflejan dos aspectos significativos de la recepción de la tierra como heredad. La primera forma expresa el proceso de la concesión de la tierra. Solo los territorios de un lado del Jordán habían sido ocupados por Israel. La mayor parte de la Tierra Prometida aún no estaba en posesión de ellos.
En Josué 1:3, el verbo es utilizado en su forma perfecta, dando así la impresión de que la tierra ya les había sido entregada. Cuando Dios es el sujeto de tales acciones, la forma verbal usada se conoce como “perfecto profético”, pues lo que él promete en su Palabra es un hecho garantizado en el que se puede confiar como si ya fuera una realidad presente, realizada.
Los pronombres en pluiral del versículo 3, “ustedes” y “su”, muestran que la promesa estaba dirigida no solo a Josué, sino a todo el pueblo de Israel. La referencia a la promesa dada a Moisés transmite la continuidad del proyecto de Dios. Por otra parte, la palabra kol, “todo”, aparece numerosas veces en el primer capítulo. Su presencia reiterada expresa la totalidad y la integridad cruciales para alcanzar el objetivo puesto ante Josué. Era necesaria una alineación perfecta entre Dios, Josué y el pueblo de Israel para asegurar el éxito en la conquista de la Tierra Prometida.
Lee Josué 1:4-6 y Hebreos 6:17, 18. En aquel momento, la Tierra Prometida era exactamente eso, una promesa. Sin embargo, Dios la llama “herencia”. ¿Qué significa ser herederos de las promesas de Dios?
Las promesas de Dios no tienen nada de mágico. No tienen el poder de asegurar por sí mismas su propio cumplimiento. La garantía de que se harán realidad reside en la presencia de Dios, quien asegura: “Estaré contigo”. De hecho, la presencia del Señor fue crucial para la supervivencia de Israel. Sin ella, no habrían sido más que una entre muchas naciones, sin un llamado, una identidad ni una misión especiales (Éxo. 33:12-16). La presencia del Señor era todo lo que Josué necesitaba para triunfar.
Nada ha cambiado. Por eso tenemos la promesa de Jesús que se encuentra en Mateo 28:20.
Reavivados por su Palabra: Hoy, Deutoronomio 14.