LA JUSTA IRA DE DIOS | Miércoles 10 de septiembre Lección 11
Lee Éxodo 32:9 al 29. ¿Cuál fue la reacción de Moisés ante la decisión divina de destruir a Israel?
Mientras Moisés estaba todavía en el monte Sinaí, Dios dijo que destruiría a los rebeldes y haría de la posteridad de aquel una gran nación. Pero eso no era lo que Moisés quería, sino que suplicó al Señor en favor de los israelitas, señalando que no eran el pueblo de Moisés, sino el de Dios, y que no había sido él, Moisés, quien los sacó de Egipto, sino Dios mediante sus poderosos hechos.
Moisés invocó las promesas que Dios había hecho a los patriarcas, actuando verdaderamente como intercesor entre Dios y la humanidad.
Después de que “el Señor desistió del mal que dijo que haría a su pueblo” (Éxo. 32:14), Moisés volvió con ellos. A diferencia de lo que sucedería en Éxodo 34:29 y 30, no consta que su rostro brillara ante la presencia del Señor, tal vez porque en esta circunstancia reflejaba su ira. “Cuando Moisés llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, se enardeció de ira. Arrojó las tablas de sus manos y las quebró al pie del monte” (Éxo. 32:19). La acción de romper las tablas que contenían el Decálogo era una
señal externa de la ruptura de su contenido. Dios más tarde le ordenó a Moisés que cincelara dos tablas para sustituir “las primeras tablas que quebraste” (Deut.
10:2). Dios mismo reescribiría los Mandamientos. Moisés reprendió duramente a Aarón por rendirse a las exigencias del pueblo. “¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan grande pecado?” (Éxo. 32:21). Aarón trató de excusar su transgresión (1) culpando a otros y (2) sugiriendo que el ídolo había aparecido por arte de magia: “Lo eché [el oro] en el fuego y salió este becerro” (Éxo. 32:24). Lo que empeoraba las cosas era que el propio Aarón había sido muy honrado por Dios, pues se le habían concedido muchos privilegios, que incluyeron subir a la montaña con Moisés y los ancianos (Éxo. 24:1).
¡Qué oscura ironía! Al afirmar que había ocurrido un milagro, Aarón quiso engañar a su hermano (nota cómo un pecado conduce a otro; en este caso, de la idolatría a la mentira). Sin embargo, Moisés no se dejó engañar al ver el comportamiento desenfrenado del pueblo. Las consecuencias negativas eran evidentes, y Moisés tuvo que detener la rebelión de inmediato.
¿Qué debería enseñarnos esta historia acerca del poder de la oración intercesora? ¿Por quién deberías orar ahora mismo?
Reavivados por su Palabra: Hoy, numeros 30.