LA TIERRA COMO UN DON | Lunes 24 de noviembre Lección 9
Lee Éxodo 3:8; Levítico 20:22; 25:23; Números 13:27; Deuteronomio 4:1, 25, 26; 6:3; Salmo 24:1. ¿Qué relación especial existía entre Dios, Israel y la
Tierra Prometida?
En un nivel muy básico, la tierra ofrece identidad física a una nación. Al ubicar la nación, también determina su ocupación y estilo de vida. Los esclavos estaban desarraigados y no pertenecían a un lugar en particular. Eran otros los que disfrutaban de los resultados de su trabajo. Tener tierra significaba libertad. La identidad del pueblo elegido estaba fuertemente vinculada a su morada en la tierra.
Había una relación especial entre Dios, Israel y la tierra. Israel recibió de Dios la tierra como un don, no como un derecho inalienable. El pueblo elegido podía poseer la tierra siempre que mantuviera una relación de pacto con el Señor y respetara los preceptos de ese acuerdo. En otras palabras, no podían tener la tierra y sus bendiciones sin la bendición de Dios. Al mismo tiempo, la tierra proporcionaba una lente a través de la cual Israel podía entender mejor a Dios. Vivir en la tierra les recordaría siempre a un Dios fiel que cumple sus promesas y es digno de confianza. Ni la tierra ni Israel habrían existido sin la iniciativa de Dios como fuente y fundamento de su existencia. Mientras los israelitas estuvieron en Egipto, el Nilo y el sistema de irrigación, unidos al intenso trabajo, les proporcionaron las cosechas que necesitaban para subsistir. Canaán era diferente. Dependían de la lluvia para la abundancia de sus cosechas, y solo Dios podía controlar el clima. En consecuencia, la tierra recordaba a Israel su constante dependencia de Dios. Aunque Israel recibiera la tierra como un regalo de Dios, él seguía siendo el propietario de ella en última instancia. Como verdadero dueño de toda la tierra (Sal. 24:1), él tenía el derecho de asignarla a Israel o de quitársela. Si el Señor es el dueño de la tierra, los israelitas y, por extensión, todos los seres humanos, son extranjeros o huéspedes de Dios en la tierra que le pertenece.
A la luz de 1 Pedro 2:11 y Hebreos 11:9-13, ¿qué significa para ti vivir como extranjero y peregrino a la espera de la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios?
Reavivados por su Palabra: Hoy, JUECES 11.
