PARA ESTUDIAR Y MEDITAR | Viernes 22 de agosto Lección 8
Lee los capítulos titulados “La ley dada a Israel” y “La enemistad de Satanás hacia la Ley” en el libro Patriarcas y profetas, de Elena de White, pp. 310-318 y
342-355 respectivamente.
“Dios se propuso hacer de la ocasión en que iba a pronunciar su Ley una escena de imponente grandeza, en consonancia con el exaltado carácter de esa ley. En el pueblo se debía grabar que todo lo conectado con el servicio a Dios debe considerarse con gran reverencia” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 311). Este principio de reverencia sigue siendo válido hoy. Brota de la comprensión de la grandeza, la trascendencia y la majestad de Dios. Apreciar la gloria de Dios crea gratitud en nuestros corazones y humilla nuestro orgullo. Cuanto más de cerca veamos la santidad de Dios, más imperfecciones discerniremos en nuestra vida, lo que nos llevará a tener aún más sed de su presencia transformadora y a desear parecernos más a él.
Además, ser conscientes de nuestra condición en contraste con él y con su santa Ley nos hace totalmente dependientes de la muerte sustitutiva de Cristo en nuestro favor.
Al mismo tiempo, Jesús dejó claro que, si aceptamos humildemente a Dios como nuestro Señor y Rey, no es difícil obedecer sus mandamientos (Mat. 11:28‐30). Cristo dejó claro que la Ley divina tiene validez permanente (Mat. 5:17-20). Cuando obedecemos las leyes de Dios por amor y gratitud a él a causa de la salvación que nos ha concedido gratuitamente, podemos experimentar la plenitud de una relación salvadora con él. Mientras disfrutamos de las grandes ventajas de obedecer la Ley (en vista del dolor y las dificultades que acarrea violarla), también podemos disfrutar de la seguridad de saber que nuestra salvación se encuentra en Jesús, no en nuestro cumplimiento de la Ley.
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. La preparación para recibir la Ley ayudó al pueblo a comprender el sentido de reverencia que necesitaban. ¿Dónde existe hoy un sentido similar de reverencia y respeto hacia Dios en nuestra iglesia y en nuestra vida eclesial? ¿O lo hemos ido perdiendo de alguna manera?
2. Medita en la siguiente fórmula de pacto: “Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”. ¿Qué significa esto para nosotros hoy y cómo debería ponerse de manifiesto tanto individual como corporativamente?
3. Dios siempre nos capacita para que podamos hacer lo que requiere de nosotros. Elena de White afirma que “todos sus mandatos son habilitaciones” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 268). ¿Cómo podemos poner en práctica esta promesa (dabar)?
4. ¿Cómo debemos responder al argumento tan comúnmente escuchado según el cual la Ley fue abolida en la cruz? ¿A qué mandamiento del Decálogo apuntan en realidad quienes hacen esa afirmación?
Reavivados por su Palabra: Hoy, numeros 11.