AMOR PACTUAL | Lección 2 Lunes 6 de enero
La Biblia describe a menudo la especial relación de amor de Dios con nosotros utilizando metáforas familiares o de parentesco, en particular metáforas del amor entre marido y mujer o de una madre buena por su hijo. Estas metáforas
se utilizan sobre todo para describir la relación especial entre Dios y el pueblo con el que estableció su pacto. Se trata de una relación de amor pactual, que implica no solo el amor de Dios por su pueblo, sino también la expectativa de
que el pueblo acepte ese amor, y ame a Dios y a los demás.
Lee Deuteronomio 7: 6 al 9. ¿Qué nos enseñan estos versículos sobre la relación entre los pactos que hace Dios y su constante amor?
Deuteronomio 7: 9 describe el tipo especial de amor que Dios prodiga al pueblo con el que entró en una relación de pacto, una relación que depende en parte de si permanecen fieles o no. El amor de Dios no es condicional, pero la
relación de pacto con su pueblo sí lo es.
La palabra traducida como «misericordia» en Deuteronomio 7: 9 (hesed) por sí misma refleja cómo el amor divino está ligado al pacto y mucho más. El término hesed se utiliza a menudo para describir la grandeza de la misericordia, la bondad y el amor de Dios. Entre otras cosas, hesed se refiere a la bondad amorosa o amor leal por otra persona dentro de una relación de amor recíproco. También implica el inicio de una relación de este tipo con la expectativa de que la otra
parte muestre esa misma bondad y amor a cambio.
El hesed de Dios muestra que su bondad es extremadamente fiable, constante y duradera. Sin embargo, al mismo tiempo, la recepción de los beneficios del hesed es condicional, ya que depende de la disposición de su pueblo a obedecer y sostener su parte de la relación (ver 2 Sam. 22: 26, 1 Rey. 8: 23; 2 Crón. 6: 14; Sal. 25: 10; 32: 10).
El amor inquebrantable de Dios es la base de todas las relaciones amorosas, es un amor que nosotros nunca podríamos igualar. Dios no solo nos concedió por iniciativa propia la existencia, sino que también en Cristo se entregó vo-
luntariamente por nosotros: «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15: 13). Sin duda, la mayor expresión del amor de Dios se reveló cuando el Señor «se humilló a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de Cruz» (Fil. 2: 8).
¿De qué manera puedes mantener constantemente presente en tus pensamientos la realidad del amor de Dios? ¿Por qué es importante hacerlo?
Reavivados por su Palabra: Hoy, 2 Corintios 11.