Saltar al contenido

EL PODER TRANSFORMADOR DEL TESTIMONIO PERSONAL | Lunes 7 de septiembre Lección 11

septiembre 8, 2020

EL PODER TRANSFORMADOR DEL TESTIMONIO PERSONAL | Lunes 7 de septiembre Lección 11

Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, eran conocidos como los “hijos del trueno” (Mar. 3:17). De hecho, fue Jesús quien les dio su apodo. Una ilustración de la disposición ardiente de Juan tuvo lugar cuando Jesús y sus discípulos viajaban por Samaria. Cuando intentaron encontrar un lugar
para alojarse por la noche, se encontraron con la oposición debido al prejuicio de los samaritanos contra los judíos. Se les rehusó incluso el más humilde de los alojamientos.
Santiago y Juan pensaron que tenían la solución al problema. “Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” (Luc. 9:54).

Jesús reprendió a los hermanos, y todos salieron del pueblo en silencio. El camino de Jesús es el camino del amor, no de la fuerza combativa. En presencia del amor de Jesús, la impetuosidad y la ira de Juan se transformaron en bondad amorosa y un espíritu amable y compasivo. En la primera Epístola de Juan, la palabra amor aparece casi cuarenta veces; en sus diversas formas, aparece cincuenta veces.

Lee 1 Juan 1:1 al 4; 3:1; 4:7 al 11; y 5:1 al 5. ¿Qué te dicen estos pasajes sobre el testimonio de Juan y los cambios que tuvieron lugar en su vida debido a su interacción con Jesús?

Hay un principio eterno que es una ley del Universo. Elena de White declara bien este principio con estas palabras: “El ejercicio de la fuerza es contrario a los principios del gobierno de Dios; él desea solo el servicio de amor; y el amor no puede ser exigido; no puede ser ganado por la fuerza o la
autoridad. El amor se despierta únicamente por el amor” (DTG 13).
Cuando estamos comprometidos con Cristo, su amor brilla a través de nosotros hacia los demás. El mayor testimonio del cristianismo es una vida cambiada. Esto no significa que nunca cometeremos errores, y a veces no seremos los conductos de amor y gracia que se supone que debemos ser.
Pero sí significa que, idealmente, el amor de Cristo fluirá a través de nuestra vida, y seremos una bendición para quienes nos rodean.

¿Cuán bien reflejas el amor de Cristo a los demás? Piensa en las implicaciones de tu respuesta.

Reavivados por su palabra: Hoy, Isaís 17.