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JES脷S Y EL PADRE | Lunes 9 de diciembre Lecci贸n 11

diciembre 10, 2024

JESÚS Y EL PADRE | Lunes 9 de diciembre Lección 11

Fuimos creados por Dios para tener una relación personal con él (Gén. 1:26, 27). Sin embargo, a causa del pecado, esa relación fue radicalmente interrumpida. Podemos ver el impacto inmediato de esta ruptura en la historia del Jardín del Edén.

Lee Génesis 3:7 al 9. ¿Cómo revela esto la ruptura que causó el pecado? ¿Qué significa el hecho de que fue Dios quien buscó a la humanidad y no a la inversa?

La intención de la Deidad era ofrecer sanación a toda la humanidad poniendo fin a la brecha causada por el pecado, aunque toda la humanidad no aceptara lo que él ofrecía.
Para restaurar esta relación, un miembro de la Deidad se hizo humano. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, manifestando la gloria de Dios (Juan 1:14-18). Como resultado, la humanidad ha recibido la plenitud y la gracia divinas.
Esto es lo que Jesús vino a compartir. Vino a declarar la gloria de Dios para que la relación rota por el pecado pudiera ser restaurada, al menos para quienes estuvieran dispuestos a aceptar por fe lo que se les ha ofrecido en Cristo Jesús.

¿Qué maravillosa esperanza se vislumbra para nosotros en estos textos? Juan 1:1, 2; 5:16-18; 6:69; 10:10, 30; 20:28.

“En Cristo hay vida original, no prestada ni derivada de otra” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 489). Sin embargo, como Hijo encarnado que “se despojó a sí mismo” (Fil. 2:7) del ejercicio de sus prerrogativas, Cristo, hablando
de su existencia en la Tierra como hombre entre los hombres, podía referirse a su posesión de la vida como un don de Dios. “La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna” (El Deseado de todas las gentes, p. 489).
Dios no fue reconocido por la humanidad (Juan 17:25). Por lo tanto, envió a su único Hijo (Juan 9:4; 16:5) para que el Padre pudiera ser conocido.

En el contexto del cosmos, un ateo escribió: “En nuestra oscuridad, en toda esta inmensidad, no hay ningún indicio de que venga ayuda de otra parte para salvarnos de nosotros mismos”. ¿Qué enseñanza bíblica demuestra lo erróneo de esa aseveración?

Reavivados por su Palabra: Hoy, Romanos 15.