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LA SUSTITUCIÓN | Martes 8 de junio Lección 11

junio 8, 2021

LA SUSTITUCIÓN | Martes 8 de junio Lección 11

“El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gál. 1:4). No cabe duda: uno de los temas clave (si no el tema clave) del Nuevo Testamento es que Jesucristo murió como el Sacrificio por los pecados del mundo. Esta verdad es el fundamento de todo el Plan de Salvación. Cualquier teología que niegue la expiación mediante la sangre de Cristo niega el corazón y el alma del cristianismo. Una cruz sin sangre no puede salvar a nadie.

Reflexiona en el versículo de hoy y luego responde estas preguntas: ¿Se ofreció Jesús para morir? ¿Por quién murió? ¿Qué lograría su muerte?

La Sustitución es la clave de todo el Plan de Salvación. A causa de nuestros pecados, merecemos morir. Cristo, por su amor hacia nosotros, “se dio a sí mismo por nuestros pecados” (Gál. 1:4). Murió la muerte que merecemos nosotros. La muerte de Cristo como Sustituto de los pecadores es la gran verdad de la que fluye toda otra verdad. Nuestra esperanza, la de la restauración, la libertad, el perdón, la vida eterna en el Paraíso, se basa en la obra que hizo Jesús, la de entregarse por nuestros pecados. Sin eso, nuestra fe no tendría sentido. Bien podríamos poner nuestra esperanza y confianza en la estatua de un pez, por ejemplo. La salvación viene solo por la sangre, la sangre de Cristo.

Busca los siguientes pasajes: Mateo 26:28; Efesios 2:13; Hebreos 9:14; 1 Pedro 1:19. ¿Qué nos dicen de la sangre? Por lo tanto, ¿qué papel juega la sangre en el Plan de Salvación?

“No es la voluntad de Dios que seáis desconfiados y torturéis vuestras almas con el temor de que Dios no os aceptará porque sois pecadores e indignos. […] Podéis decir: ‘Sé que soy pecador, y esta es justamente la razón por la cual necesito un Salvador. […] No tengo bondad ni mérito alguno para pretender la salvación, pero presento ante Dios la sangre expiatoria del inmaculado Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Esta es mi única defensa” (FV 104).

Considera la cita de Elena de White mencionada anteriormente. Vuelve a escribirla en tus propias palabras. Personalízala. Pon tus propios temores y pesares allí, y luego anota lo que te brindan las promesas que contiene. ¿Qué esperanza tienes a causa de la sangre del Nuevo Pacto?

Reavivados por su Palabra: Hoy, Marcos 13.