“¿QUÉ QUIERES QUE TE HAGA”? | Jueves 22 de agosto Lección 8
Lee Marcos 10:46 al 52. ¿Cómo reaccionó Bartimeo al saber que Jesús estaba pasando por donde él estaba?
Hasta este punto en el Evangelio de Marcos, Jesús ha estado, con pocas excepciones, pidiendo a la gente que guarde silencio acerca de sus milagros y de quién es él. En el caso de este incidente, mientras está saliendo de Jericó, un hombre ciego que mendiga junto al camino, al escuchar que está pasando por allí Jesús de Nazaret, comienza a gritar: “¡Jesús! ¡Hijo de David! ¡Ten compasión de mí!” (Mar. 10:47). En armonía con el tema revelación/secreto del libro, la multitud asume el papel de quienes piden silencio mientras tratan, insatisfactoriamente, de acallar al ruidoso mendigo.
Pero Bartimeo no se inmuta, y grita aún más fuerte, “Hijo de David! ¡Ten misericordia de mí” (Mar. 10:48). Sus palabras son a la vez una confesión de fe en Jesús como el Mesías y de confianza en que puede sanarlo. El título “Hijo de David” estaba conectado en los días de Jesús con dos conceptos: la restauración de un rey en el trono de Israel (compara con Isa. 11; Jer. 23:5, 6; 33:15; Eze. 34:23, 24;37:24: Miq. 5:2-4; Zac. 3:8; 6:12), y que este personaje sería un sanador y exorcista. Jesús se detiene y pide que llamen al hombre ciego. Significativamente, el hombre arroja su capa al acudir a Jesús. En esos días, las personas ciegas estaban en lo más bajo de la sociedad, junto con las viudas y los huérfanos. Eran individuos que estaban por debajo del nivel de subsistencia y en verdadero peligro. La capa constituía la seguridad de aquel hombre. Despojarse de ella significaba que tenía fe en que Jesús lo sanaría.
Jesús nunca decepciona a las personas. Por cierto, en los evangelios, todo aquel que acude a él por ayuda siempre la recibe. Jesús hace la misma pregunta que a Santiago y Juan en Marcos 10:36: “¿Qué quieres que te haga?” (Mar. 10:51). Sin la menor duda, el hombre ciego pide recibir la vista, la que es inmediatamente
restaurada por Jesús. El exciego sigue entonces a Jesús en el camino.
Esta historia es la conclusión de la sección de Marcos acerca del discipulado; cierra el paréntesis que fue abierto con la curación de un ciego en Marcos 8:22 al 26. Las dos historias ilustran el hecho de que el discipulado consiste en verel mundo con nuevos ojos, a veces no claramente al principio, pero siempre siguiendo a Jesús en armonía con su conducción.
¿De qué maneras has clamado a veces: “Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí”? ¿Qué sucedió entonces y qué aprendiste de esta experiencia?
Reavivados por su Palabra: Hoy, Mateo 23.