“SEÑOR, DAME DE ESA AGUA” | Lección 5 Martes 29 de octubre
“Esparciré sobre ustedes agua limpia, y serán limpiados de todas sus inmundicias y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré mi Espíritu dentro de ustedes, y haré que anden en mis mandamientos, que guarden mis normas, y las cumplan” (Eze. 36:25-27).
¿De qué manera refleja Ezequiel 36:25 al 27 las verdades que Jesús trataba de comunicar a Nicodemo y a la mujer junto al pozo?
En ambos casos, Jesús procuraba alcanzar a estas personas con verdades espirituales, aunque usó ilustraciones del mundo natural para hacerlo. Ninguna de las dos personas entendió en un principio lo que Jesús quería decir. ¿Cómo puede un hombre nacer de nuevo?, preguntó Nicodemo. Es decir, ¿cómo puede volver al vientre de su madre? Nicodemo pensaba en términos mundanos, terrenales, aunque Jesús le estaba señalando claramente la verdad espiritual. La mujer interpretó también las palabras de Jesús acerca del agua en un sentido literal, a pesar de que Jesús estaba hablando claramente de algo espiritual.
La respuesta de la mujer al ofrecimiento de agua viva por parte de Jesús fue:“Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla” (Juan 4:15). Razonó que el agua que Jesús ofrecía le evitaría los viajes al pozo, reduciendo así el riesgo de enfrentarse a otros. Llama la atención el rápido giro de la conversación desde el pedido de agua por parte de Jesús hasta la solicitud de ella.
Lee Juan 4:16. ¿Cómo respondió Jesús a la petición de la mujer?
Jesús cambia súbitamente el tema de la conversación y pide a la mujer que vaya a llamar a su marido y vuelva. ¿A qué se debe este repentino cambio de tema? Las acciones de la mujer denotaban evasión. Jesús pudo leer su corazón.
Ella debía afrontar su situación para ser sanada de su condición. “Antes de que esa alma pudiese recibir el don que él anhelaba concederle, debía ser inducida
a reconocer su pecado y su Salvador” (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 157).
Reavivados por su Palabra: Hoy, Hechos 02.