UN OBJETIVO DIGNO | Lección 3 Jueves 16 de enero
Al amparo de la misericordia y la mediación de Dios, él se complace aun en la más pequeña respuesta positiva a su amor. Por medio de Aquel que es el único digno de amor y perfectamente justo, cada uno de nosotros puede ser considerado justo y contado entre los amados de Dios que vivirán con él en perfecto amor por la eternidad. Esta es la gran esperanza de la Redención, que implica la obra de Cristo por nosotros en el Cielo.
Pero, tal vez te preguntes, ¿esto puede incluirme a mí también? ¿Y si no soy lo suficientemente bueno? ¿Y si carezco de la fe suficiente?
Lee Marcos 9: 17 al 29. ¿Cómo responde Dios al hombre del relato? ¿Cuánta fe es suficiente?
Los discípulos no pudieron expulsar al demonio. Para este padre y su hijo, toda esperanza parecía perdida. Pero Jesús se acercó y le dijo al padre: «Si puedes creer, al que cree todo le es posible» (Mar. 9: 23). Y el padre clamó diciendo: «Yo
creo. ¡Ayúdame a creer más!» (Mar. 9: 24, DHH).
Jesús no dijo al hombre: «Vuelve a mí cuando tengas más fe». En lugar de eso, su clamor: «¡Ayúdame a creer más!» fue suficiente.
Sin fe es imposible agradar a Dios (Heb. 11: 6). Sin embargo, Jesús acepta aun la fe más pequeña. Podemos agradar a Dios por la fe en virtud de la mediación de Cristo. Por medio de la fe y gracias a la obra de Cristo en nuestro favor, podemos responder de forma que agrademos a Dios, así como un padre humano se complace cuando su hijo le da un regalo, aunque este no tenga valor en sí mismo. Por lo tanto, debemos seguir el consejo de Pablo de que nuestro objetivo
sea «agradar» a Dios (2 Cor. 5: 9, 10; compara con Col. 1: 10; 1 Tes. 4: 1; Heb. 11:
5). Además, debemos pedir a Dios que transforme nuestros intereses para que incluyan el bienestar de aquellos a quienes amamos y que expanda nuestro amor para que alcance a otros. «Amémonos unos a otros con amor fraternal; respetemos y mostremos deferencia hacia los demás. Si algo demanda diligencia, no seamos perezosos; sirvamos al Señor con espíritu ferviente. Gocémonos en la esperanza, soportemos el sufrimiento, seamos constantes en la oración.
Ayudemos a los hermanos necesitados. Practiquemos la hospitalidad» (Rom.12: 10-13, RVC).
Si Dios nos acepta a través de Cristo, ¿cuánto más deberíamos aceptar a los demás? ¿Qué luz arrojan sobre esta idea el mandamiento de amar a tu prójimo como a ti mismo (Lev. 19: 18; Mat. 22: 39) y la Regla de Oro de tratar a los demás como quieres que te traten?
Reavivados por su Palabra: Hoy, Efesios 02.