UN SALVADOR CON EL CORAZÓN ROTO | Lección 2 Domingo 7 de abril
Mientras Jesús estaba sentado en el Monte de los Olivos, con vistas a la ciudad de Jerusalén, su corazón estaba destrozado. El Evangelio de Juan dice: “Vino a lo que era suyo, y los suyos no lo recibieron” (Juan 1:11). Jesús hizo todo lo posible para salvar a su pueblo de la destrucción venidera de su amada ciudad. El amor de Jesús por su pueblo fluía de un corazón de amor infinito. Repetidamente le suplicó que se arrepintiera y aceptara su misericordiosa invitación.
Lee Lucas 19:41 al 44; Mateo 23:37 y 38; y Juan 5:40. ¿Qué te dicen estos versículos sobre la actitud de Jesús hacia su pueblo y la respuesta de este a su amorosa invitación de gracia y misericordia? ¿Qué revelación del carácter de Dios puedes ver aquí?
Es difícil entender un acontecimiento como la destrucción de Jerusalén a la luz del carácter amoroso de Dios. La historia revela que decenas de miles murieron cuando el general romano Tito atacó la ciudad. Jerusalén fue devastada. Hombres, mujeres y niños fueron masacrados. ¿Dónde estaba Dios cuando su pueblo sufría tanto? La respuesta es clara, pero no es fácil de entender. Su corazón estaba destrozado. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Durante siglos le tendió la mano a su pueblo. Por su rebelión contra la amorosa bondad de Dios, perdieron su protección divina. Dios no siempre interviene para limitar los resultados de las decisiones de su pueblo. Permite que se desarrollen las consecuencias naturales de la rebelión. Dios no causó la matanza de niños inocentes en la destrucción de Jerusalén; la trágica muerte de los inocentes fue obra de Satanás, no de Dios. Satanás se deleita en la guerra, porque despierta las peores pasiones del corazón humano. A lo largo de los siglos ha sido su propósito engañar y destruir, para luego culpar a Dios de sus malas acciones.
Lee Mateo 24:15 al 20. ¿Qué instrucción le dio Jesús a su pueblo para salvarlo de la destrucción venidera de Jerusalén?
Es bueno recordar que la gran mayoría de los cristianos que vivían en Jerusalén en el año 70 d.C. eran de origen judío. Un Dios amoroso deseaba preservar la mayor cantidad posible de su pueblo. Por eso dio la instrucción de que, cuando se acercaran los ejércitos romanos, debían huir de la ciudad.
Reflexiona en lo siguiente: Nosotros no juzgamos el carácter de Dios por los sucesos que vemos a nuestro alrededor, sino que los interpretamos a través del prisma de su carácter amoroso revelado en la Biblia. ¿Por qué este es un buen consejo?
Reavivados por su Palabra: Hoy, Ezequiel 13.