ANIMADOS POR LA ESPERANZA | Lección 4 Jueves 25 de abril
Lee Hebreos 2:14 y 15. ¿Cómo vivieron los creyentes de la Edad Media la realidad del Gran Conflicto?
¿Qué era lo que animaba a los fieles valdenses durante las horribles persecuciones que enfrentaron? ¿Qué les dio valor a Hus y a Jerónimo, a Tyndale, a Latimer y a los mártires de la Edad Media para enfrentar las llamas y la espada? La fe en las promesas de Dios. Creyeron en la promesa de Cristo: “Porque yo vivo, ustedes también vivirán” (Juan 14:19). La fuerza de Cristo les bastaba para las mayores pruebas de la vida. Incluso hallaban gozo en participar de los sufrimientos de Cristo. Y su fidelidad era un poderoso testimonio para el mundo. Miraban más allá del presente, hacia el futuro. Sabían que, gracias a la resurrección de Cristo, la muerte era un enemigo derrotado. Para estos hombres y mujeres valientes, el dominio de la muerte se había roto. Se aferraron a las promesas de la Palabra de Dios, y salieron victoriosos.
Lee Juan 5:24; 11:25 y 26; y 1 Juan 5:11 al 13. ¿Qué seguridad te dan personalmente estas promesas? ¿Cómo nos ayudan en las pruebas de la vida?
Juan Hus no vaciló ante la prisión, la injusticia y la muerte misma. Languideció en la cárcel durante meses. El frío y la humedad le provocaron una fiebre que estuvo a punto de acabar con su vida. Sin embargo, “la gracia del Señor lo sostuvo. Durante las semanas de padecimientos que sufrió antes de su condena final, la paz del Cielo inundó su alma. A un amigo, decía: ‘Escribo esta carta en la cárcel, y con la mano encadenada, a la espera de que mañana se cumpla mi sentencia de muerte […]. En el día en que por la gracia del Señor nos encontremos otra vez gozando de la paz deliciosa de la vida futura, sabrás cuán misericordioso ha sido Dios conmigo, y cuán admirablemente me ha sostenido en medio de mis tentaciones y pruebas’ (Bonnechose, t. 2, p. 67). En la lobreguez de su calabozo, previó el triunfo de la fe verdadera” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 115).
La amonestación del apóstol Pablo nos habla con mayor relevancia en la actualidad. “Mantengamos firme la esperanza que profesamos, sin fluctuar, que fiel es el que prometió” (Heb. 10:23). Así como las promesas de Dios sostuvieron a su pueblo en el pasado, también nos sostienen a nosotros hoy.
¿Qué significaría perder todo por Cristo? ¿Qué perdemos realmente, en definitiva? (Ver Mar. 8:36). ¿Qué lecciones podemos aprender de los valdenses y de los reformadores que puedan sostenernos en el conflicto final de la Tierra?
Reavivados por su Palabra: Hoy, Ezequiel 31.